
«Hola de nuevo, agente. Soy el del otro día, me recordará; el que vino a denunciar a un supuesto asesino de calderas. Ahora vengo por otra cuestión, que también me ocurrió en el metro esta semana. Se la cuento: iba en el vagón, el pasado martes, leyendo, para gran reposo de mi alma, unos haikus que me ha recetado el médico de cabecera, medio adormilado por el traqueteo del convoy de la línea 3. Qué tranquilidad. Pero hete aquí que, al levantar la vista, me topé en la portada de El Mundo del señor que iba enfrente con esta foto de José María Aznar, un ser que, he de confesarlo, siempre me horripila. Ya no es que me estomague por el recuerdo de su etapa en el Gobierno y que me dé miedo por ese bigote rasurado que se me asemeja a una lija presta a desollar a quien no comulga con él, no. Lo que me asustó fue el gesto de sus manos en esa imagen: aparecen atrapando una bufanda o fular, pero como si quisieran echar luego esta prenda al cuello de tod@s los que afortunadamente no somos/pensamos como él, de aquellos -como el mismo decía años ha, revelando su avanzado concepto de la democracia- que ladraban su rencor por las esquinas por el mero hecho de no compartir su política. Y, lo que es la vida, el único que permanentemente exuda rencor es él. Dígame, agente, ¿debo presentar una denuncia si me siento amenazado por esas manos?»