
Jaime de Marichalar, ahora ex duque de Lugo, no tiene quien le quiera. Una vez que se formalizó oficialmente su divorcio de la infanta Elena el pasado 21 de enero, su figura acaba de ser excluida del Museo de Cera de Madrid, su foto borrada de la imagen oficial de la Familia Real y su biografía eliminada de la web de La Zarzuela. Evoca este procedimiento, aunque las circunstacias sean distintas, al que seguía la antigua Roma cuando quería eliminar el recuerdo de algún gobernante considerado no grato tras su muerte: la damnatio memoriae (o condena de la memoria), que consistía en borrar las alusiones a su persona en monumentos, inscripciones públicas e imágenes. Aunque a veces no es tan fácil eliminar el pasado: la dictadura que desgraciadamente gobernó este país durante cuarenta años dejó adheridos sus símbolos con una pegajosa saliva fascista a las calles y a los edificios oficiales, en forma de feos aguiluchos que quedaron agarrados a numerosas fachadas, y que el avance de la democracia y la piqueta han ido, afortunadamente, arrumbando.