
«Un delantero jugaba por la izquierda. Tenía cintura, fuertes piernas, buena cabeza y facilidad para colocar la pelota. Recibía el aplauso del público, era feliz, y no se obnubilaba por el éxito. Había jugado ligas victoriosas, pero también sabía del sabor de la hiel; le costó mucho llegar aquí. Con el paso del tiempo, el partido se le ha ido complicando: no es fácil jugar en primera división. Ha habido gritos desde las gradas (desde los palcos sobre todo), árbitros impasibles y directivos de la competición que le han forzado a jugar por la derecha si quería que su equipo siguiera en la liga, nada más y nada menos. El delantero se resistió mucho tiempo, pero al final tuvo que ceder; amenazaron incluso con declararle fuera de juego si no lo hacía. Así que el delantero ha tenido que escorarse algo en su práctica, acometer sacrificios y someterse a lo que no le gusta, pero con la convicción y la confianza de que lo hace por el futuro, de que es un esfuerzo necesario para, una vez enderezado el juego, volver a su banda izquierda natural. Está muy triste y cariacontecido; se le nota la pesadumbre. Muchos de sus seguidores se han quedado sin aliento, preocupados por el delantero, en quien siguen confiando; conocen de su sacrificio y de lo doloroso de esta situación, y contemplan cómo, desde el gallinero, parece que en estos días grises el sol sale con más fuerza por la derecha del horizonte para ocultarse con celeridad por la izquierda con el declinar de las menguantes jornadas. Muchos comprenden y comparten el valiente esfuerzo del delantero por darle la vuelta a esta realidad, por difícil que ahora parezca, de que se haya hecho rápidamente tan de noche y de que en este terreno de juego haga tanto frío. ¡Ánimo!»