
«Érase una vez un líder de la oposición al que no le importaba que todo se fuera al garete con tal de quedarse con el solar. Es más, anhelaba que todo se fuera al garete, y cuanto más rápido mejor, para que él pudiera aposentar sus reales en el poder de la forma más cómoda posible. Le traía sin cuidado que los edificios se cayeran a cachos, que los inquilinos lo pasaran mal, que él no iba a apoyar lo más mínimo al Gobierno de turno para intentar remar todos en la misma dirección, la de la recuperación de la crisis. Le daba igual que los mercados internacionales y las grandes instituciones mundiales estuvieran mirando con lupa los movimientos del Ejecutivo: él no iba a variar un ápice su posición y se enrocaba en su habitual respuesta del no a todo. Que todo se despeñe y se reduzca a escombros, que ya llegaré yo al solar para edificarlo de nuevo (en esto de edificar y sacar tajada los de su partido saben bastante). ¿Que le llaman irresponsable? Le da igual; lo importante es el final, lo que hay por el medio le trae sin cuidado. Y lo más curioso es que se las da de gran patriota…» El desenlace de este cuento con tantos visos de realidad lo escribirán ustedes.