
Por fin llegó la primavera con fuerza a Madrid y al resto del país, expulsando el frío y la grisura que reinó durante el largo y prolongado invierno de este año. La nueva estación ha entrado con mucha energía; más bien, ha reventado, como un clavel, llenando todos los rincones de luz, desparramando sus esencias por todas partes. Las ropas de invierno que solían cubrirnos se han retirado con rapidez a sus cuarteles, han corrido presurosas a refugiarse en los cajones tras caer de nuestros cuerpos como capas de cebolla. Los estantes de los mercados se van copando con los nuevos frutos de esta estación, las frutas y verduras que trae el buen tiempo y que alegran también los fogones con fragantes sabores. Han empezado los meses de intensa luz, para bañarnos por dentro y por fuera, aunque algunos cuerpos puedan padecer algo de astenia primaveral mientras se acomodan a la nueva situación. Los cambios siempre cuestan. Nos hacía falta el calor.
Hacía falta un poco de calor, pero no de golpe y porrazo.