
«Doctora, mi vida es similar a la del vizconde demediado de la fábula de Italo Calvino, al que un cañonazo de los turcos partió en dos, y cuyas mitadas siguieron viviendo por separado, una mala y otra mejor. En mi caso, mi división es semántica, porque aparentemente estoy entero y no tengo costuras. Pero ocurre que desde pequeño me crié sólo con la mitad de las palabras, las contenidas en el tomo de la H a la Z del diccionario de la Real Academia, que me regalaron mis abuelos (a los pobres no les llegó el dinero para el otro volumen, de la A a la G). Y ahí está el origen de mis problemas, porque noto que a mi mundo le faltan la mitad de los significados. Por ejemplo, sé qué es «ir de paseo» porque son palabras contenidas en el mismo tomo, pero tengo problemas con «hacer el amor», que ya corresponden a tomos distintos, y ahí sí que me hago, perdone la crudeza de la expresión, la picha un lío y no acabo de aclararme: ¿qué es «hacer el amor»?; por su cara deduzco, doctora, que tiene que ver con el bricolaje. El caso es que en apariencia escribo tirando de palabras de ambos volúmenes, pero en la práctica no sé de lo que hablo. ¿Puede recetarme usted unas grandes dosis de sopas de letras, para ver si así logro recomponer mi universo semántico? (la pasta, que sea sin gluten, que aunque no sé qué es, creo que me cae mal).»